Siempre
me han impresionado estas cartas de emigrantes que transitaban el amor entre
parejas alejadas. Cartas escritas artesanalmente, preñadas de trayectoria, que
se movían al ritmo de los navegantes. Ya casi hemos olvidado las emociones que
estas cartas podía producir, eran emociones espaciadas. El correo era un bien
escaso pero tangible, físico . La verdad es que hasta los ochenta las cartas
eran un canal de relación habitual entre la gente y entre las organizaciones.
Antes la gente ponía puño y letra a las emociones, hoy le ponemos teclados. Las
liturgias son distintas, pero las emociones contemporáneas pueden ser también
intensas, además de mucho más frecuentes. De hecho, todo cambió con la llegada
de los mails como certificaron Tom Hanks y Meg Ryan en You’ve got a mail (1998).
Desde entonces la gente puede recordar sus amores por las innovaciones
tecnológicas asociadas. Los amores por sms, por los messsengers, por Skype, por
WhatsApp. La intensidad no la pone el canal, la ponen la personas, pero la
gratuidad y facilidad de uso invitan a la frecuencia y crean la dependencia.
No
siento nostalgia de las cartas como canal habitual, simplemente me apetecería
repetir de vez en cuando la liturgia. Recuperar el papel personal con buen
gramaje y escribir en pluma a riesgo de borrones. Las frases no serían más
transcendentes pero tendrían detrás más tiempo invertido y podrían leerse con
un sabor distinto. Me apetecería volver a escribir cartas y firmarlas como
antes, después de releerlas. Desafiar mi pésima caligrafía para componer una
pieza sólida en palabras y con ese diseño natural de los interlineados
imperfectos y de renglones imposibles de justificar. Buscaría un destino digno,
para nada banal y me acordaría de mis abuelos escribiendo cartas desde Liverpool
o Manchester hasta Alcoy.
Estoy
convencido habrá un día que volveremos a escribirnos cartas.
Comentarios
Soy empresario joven (37 años), que no emprendedor (es clasista ya que genera segmentos de empresarios, pero eso es otro debate).
En referencia a su artículo, decirle que soy por generación un contemporáneo absoluto de la cultura de las nuevas tecnologías. Pero tal y como soy seguidor y admirador de ellas, también puedo decir que he vuelto a las cartas, a dedicar el tiempo necesario a crear relaciones.
La "globalización" es apasionante. Pero es frugal y efímera en seriedad, profesionalidad, establecimiento de relaciones personales y profesionales, etc... .
Gracias por su "post" ya que se necesita no perder el rumbo en esta jungla y todavía más las formas.
Un saludo
El filosofo e historiador Hiroshi Tasaka suele hablar de la “Ley del Proceso Espiral Ascendente”, con la que reivindica la dialéctica (es decir, la paradoja) de que “el futuro está en el pasado pero revivido con un nuevo valor”.
Estoy seguro que vamos a volver a la liturgia de las cartas, aunque sea una más de las modas "cool" que nos lleguen.
De todos modos, sobre lo que comentabas. A mí lo que más me llama la atención de aquella práctica de comunicarnos por cartas era el "tempo", el "lag" que producía en la comunicación, y que generaba una mezcla tremenda de ansiedad y emoción mientras esperabas el sobre (que se antojaba un tiempo infinito) y también en el momento sublime en que lo ibas a abrir. Ya ni te digo lo que significaba para nosotros la figura del cartero, ese mensajero íntimo que conocíamos, y que recibíamos con cariño cuando nos decía: "tengo una carta para ti". Qué diferente, Xavier, a que enterarte por un mensaje en la bandeja de entrada...
Y la gracia de todo esto es que a pesar de que los plazos se han acortado descomunalmente entre el envío y la respuesta, seguimos sintiendo igual ansiedad cuando pasan las horas (no las semanas o meses de antes) sin que nos contesten a algo que nos parece importante...